Instituciones a tiempo parcial.

Hoy voy a empezar citando la Constitución Española:

“Artículo 56.
     1. El Rey es el Jefe del Estado, símbolo de su unidad y permanencia, arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones, asume la más alta representación del Estado español en las relaciones internacionales, especialmente con las naciones de su comunidad histórica, y ejerce las funciones que le atribuyen expresamente la Constitución y las leyes.
     2. Su título es el de Rey de España y podrá utilizar los demás que correspondan a la Corona.
     3. La persona del Rey es inviolable y no está sujeta a responsabilidad. Sus actos estarán siempre refrendados en la forma establecida en el artículo 64, careciendo de validez sin dicho refrendo, salvo lo dispuesto en el artículo 65, 2.”

De lo que hay entre las comillas, mío no hay ni una coma. Y no se discute. Nos guste o no, mientras las cosas no cambien, estos tres artículos son así. Forman parte de la ley más importante que rige el Estado.
No soy jurista, pero no creo que haya que ser muy listo para entender que según este texto, el Rey no es un cargo sino un título. No es simplemente una persona con un trabajo. Es mucho más que eso. El Rey es literalmente un símbolo. Como pueda ser la bandera, o el himno. El Rey no representa a una institución. El Rey ES una institución. Es más, al ser un título y no un cargo, no puedes ser un Rey cuarenta horas semanales más guardias. Se es Rey siempre. Desde que te coronan hasta que mueres o abdicas. Y a cambio, la persona del Rey no está sujeta a responsabilidad, ni civil, ni penal, ni de ningún tipo.
La diferencia con un presidente de una república democrática es evidente. La presidencia es un cargo. Un ciudadano cualquiera se las arregla para ganar unas elecciones y firma un contrato por el que deberá realizar un trabajo durante una legislatura, y podrá renovar si los votantes lo consideren oportuno. Si que es cierto que mientras el presidente lo sea, gozará de una serie de prerrogativas, pero no dejará nunca de ser un ciudadano más. Y por supuesto, no dejará de estar sujeto a la ley.
Yo soy republicano, no solo porque crea que una democracia solo puede serlo si el Jefe del Estado es elegido por sufragio, sino también por una cuestión preventiva. Prefiero que si la persona que vaya a sancionar las leyes no demuestra ser competente, no haya que esperar a que se muera para cambiarla.
Pero lo cierto es que España es una monarquía, y se rige por otras normas. Nuestro Jefe de Estado no es un cargo electo, sino un Rey. Un título, un símbolo.
A mí en la escuela me adoctrinaron (tal cual, la palabra es esa, y no hablo del franquismo sino de los años 80 y 90) con la idea de que un Rey era mejor, porque un Rey representaba la neutralidad, y era el ejemplo de lo que todos los españoles debían ser. Es más, la familia real era el espejo en el que cualquier familia de bien debía mirarse. Porque no había más que verlos veranear en Mallorca para darse cuenta de que eran “como cualquier familia normal”.
Y he de reconocer que esa idea me ha calado. No soy monárquico pero creo que si hay Rey, habrá que exigirle que sea un Rey competente. Eso incluye, que represente al Estado, que sea políticamente neutral, que modere, y lidere las relaciones con otros estados y deberá hacer todo eso 24 horas al día. Las banderas no tienen derecho a descansar en su ondeo, y podemos pulsar el “play” para reproducir el himno cuando nos de la gana.
Pero no solo eso. Jamás deberemos verle en público discutir con nadie, puesto que el Rey representa la mesura, el diálogo, y la equidistancia. No deberemos verle opinar sobre nada. El Rey ha de ser neutral.
Y digo más. El Rey debe ser nuestra inspiración como españoles. Y no solo el Rey, sino su familia.  Deben ser un ejemplo a seguir para todos los ámbitos de la vida. Y la única manera de cumplir este cometido es arrojando luz sobre su privacidad. Los españoles tenemos el derecho y el deber de conocer cada aspecto de la vida de Su Majestad y de su prole. Debemos saber a que hora se levantan, durante cuantas horas despachan, o acuden a actos institucionales. Donde, cuando, y qué comen. Y por supuesto, cuando, con quien se acuestan, y cuanto dinero nos cuesta.
Es más. No me parece descabellada la idea de un equipo de cámaras de televisión siguiendo al Rey veinticuatro horas al día, y emitiendo en directo.
Y no. Mi interés por las intimidades del monarca no tiene nada que ver con el morbo ¡dios me libre! Es solo que, como español de bien, necesito ser guiado por la luz de la Corona. Además, no creo que las instituciones tengan derecho a la intimidad.

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