Me encanta Barcelona.



Me encanta Barcelona.
Me gusta bajarme del tren en la estación de Sants, y saber que a unos pocos metros voy a toparme con una plaza de toros reconvertida en centro comercial, en cuyo último piso hay un balcón, desde el que se admira toda la ciudad. Me gusta bajar, y caminar solo unos minutos, y toparme con la Plaza de España, enfilar la Avenida María Cristina, y desembocar en las escaleras que suben al palacio de Monjuic. No me canso de subir ese tramo, y de fotografiar las fuentes del camino, y las vistas de la ciudad, desde ahí arriba. No me canso de pasear por Monjuic, y de admirar las instalaciones olímpicas, y de disfrutar de la paz que me hace sentir el lugar, incluso a pesar de que siempre hay turistas, como yo, por otra parte, pululando.
Me gusta pasear por la Ciutadella, ese inmenso parque con una historia tan triste al principio, y tan hermosa al final, contada tan bien por Eduardo Mendoza en su novelón “La Ciudad de los Prodigios”. Disfruto saliendo del parque, e internándome en el Barrio Gótico, deambulando por sus callejuelas, y encontrando siempre algún libro o disco de segunda mano, en alguna de las tiendas de la zona. Acabo en el Liceo, y me topo con las Ramblas. Me detengo en casi cada puesto, ante casi cada músico, y frente a casi cada estatua humana. Y desembocar en el paseo marítimo, y caminar hasta la Barceloneta, ese barrio de origen humilde, y de destino envidiable.
Me gusta alojarme en el Poblenou. Entre la Sagrada Familia y la playa, y sin embargo, con unos hoteles geniales, y económicos. Es muy fácil impregnarse del ambiente vacacional que siempre se respira en la calle nada más salir del hotel. Y es muy fácil encontrar un sitio donde comer bien y barato.
Me gustan los comercios de Barcelona. Me gusta que sean agradables con el cliente. Algo que, quizá no debiera ser resaltable, pero que por desgracia, no suele ser común en otros lugares. Me gusta entrar en un bar, que el camarero te salude en catalán, y que, al notar que no hablas ese idioma, automáticamente te pida disculpas con una sonrisa, y se cambie al castellano. Me gusta la gente que vive en esa ciudad. Gente currante, honrada, y sobria, pero amable y generosa.
Me encanta Barcelona. Es una de las ciudades del mundo que más me gusta, y mañana por la noche me seguirá gustando. Y el año que viene, también. Me gustará Barcelona independientemente de los colores que tengan las banderas que cuelgan en las ventanas de sus habitantes. Y mi intención es seguir yendo. Y me la suda bastante si al bajarme del tren no me piden ningún papel, tengo que enseñar el DNI, o me tienen que sellar un pasaporte.

Comentarios

Entradas populares